En este blog quiero mostrar la obra realizada hace unos años y la obra que vaya desarrollando, la iré subiendo por grupos de obra y temática, independientemente de la fecha en que haya sido realizada, espero que os guste y, tanto si os gusta mi trabajo, como si no os gusta, apreciaré cualquier comentario que queráis hacer.

Gracias por vuestra colaboración a la hora de difundir este blog si lo creéis conveniente.

Charo Gálvez

martes, 6 de diciembre de 2011

lunes, 28 de noviembre de 2011

Instalación: bosc/bosque



BOSQUE

En diversas regiones, especialmente entre los celtas, el bosque constituía un verdadero santuario en estado natural: así el bosque de Brocelianda, y el bosque de Dodona entre los griegos. En India, los sannayäsä se retiran al bosque, lo mismo que los ascetas búdicos: "Los bosques son benignos, se lee en el Dhammapada, cuando el mundo no entra allí; el santo halla su reposo".
Hay una estricta equivalencia semántica, en la época antigua, entre el bosque céltico y el santuario, nemeton.

En el Japón, el Torii  designa, más que la entrada al dominio de un templo, la de un verdadero santuario natural, que es por lo general un bosque de coníferas. En la China la montaña coronada por un bosque es casi siempre el paraje de un templo.

"Menos abierto que la montaña, menos fluido que el mar, menos sutil que el aire, menos árido que el desierto, menos oscuro que la gruta, pero cerrado, arraigado, silencioso, verdoso, sombrío, desnudo y múltiple, secreto... el bosque".

Bertrand d'Astorg, Le mythe de la dame à la Licorne.




ARBOL

El árbol es símbolo de la vida en perpetua evolución, en ascensión hacía el cielo, evoca todo el simbolismo de la verticalidad: el árbol de Leonardo da Vinci. Por otra parte, sirve también para simbolizar el carácter cíclico de la evolución cósmica: muerte y regeneración; los árboles de hoja caduca sobre todo evocan un ciclo, ya que cada año se despojan y cubren de hojas.
Sobre la base de un simbolismo común, las dos categorías de árboles, los de hoja caduca, y los de hoja perenne, están afectados por signos contrarios: uno simboliza el signo de las muertes y los renacimientos, el otro la inmortalidad de la vida; dos manifestaciones de una misma identidad. El mito cristiano del Génesis habla de dos árboles en el jardín del Edén, el Árbol de la Vida en el medio del jardín y el Árbol de la Ciencia del bien y del mal.  
El árbol es considerado universalmente como un símbolo de las relaciones que se establecen entre la tierra y el cielo, lo cual queda reflejado en el poste chamánico, posee un carácter central, hasta tal punto que el "árbol del mundo" es sinónimo de "eje del mundo". El árbol axial está plantado en el centro de la yurta siberiana y de la logia de la danza del sol, entre los sioux.
El árbol kien-mu  chino (madero erguido) está en el centro del mundo: no hay al pie ni sombra, ni eco; tiene nueve ramas y nueve raíces, por las cuales toca a los nueve cielos y a los nueve manantiales, estancia de los muertos. Por el suben y descienden los soberanos, mediadores entre el Cielo (Ch'ien ) y la Tierra (K'un ) y equiparados también al sol. El simbolismo chino conoce el árbol ligado, que figura la unión del yin y el yang; así como el árbol cuyas ramas se confunden después de haberse separado, que figura la diferenciación seguida del retorno a la unidad.
El árbol pone así en comunicación los tres niveles del cosmos: el subterráneo, por sus raíces hurgando en las profundidades donde se hunden; la superficie de la tierra, por su tronco y sus primeras ramas; las alturas por sus ramas superiores y su cima, atraídas por la luz del cielo. Pone en relación el mundo cetónico y el mundo uránico. Reúne todos los elementos: el agua circula con su savia, la tierra se integra a su cuerpo por sus raíces, el aire alimenta sus hojas, el fuego surge de su frotamiento.
El árbol se compara al pilar que sostiene el templo y la casa, a la columna vertebral del cuerpo; las estrellas son los frutos del árbol cósmico.
El árbol invertido es un ideograma que simboliza el cosmos. Masüdi menciona una tradición sabea, según la cual Platón habría afirmado que el hombre es una planta invertida, cuyas raíces se extienden hacia el cielo y las ramas hacia la tierra.
El esoterismo hebraico recoge la misma idea: "El árbol de la vida se extiende de arriba abajo y el sol lo ilumina enteramente" (Zohar). He aquí un texto densamente simbólico extraído del Bhagavad Gïtä: "Teniendo sus raíces en lo alto y sus ramas abajo Ashvattha se dice indestructible; sus hojas son los himnos; aquel que lo conoce es un conocedor del Veda. ...Alimentadas por las cualidades de sus ramas se extienden arriba y abajo; los objetos de los sentidos son las yemas, y sus raíces creciendo hacia abajo son los lazos de la acción en el mundo humano".
Guénon le descubre aún otra significación: el árbol se eleva por encima del plano de reflexión, que limita el dominio cósmico invertido por debajo; sobrepasa el límite de lo manifestado para penetrar en lo reflejado e introducir en ello lo inspirado.


 PINO

El pino es casi siempre, en el Extremo Oriente, un símbolo de inmortalidad, lo que se explica a la vez por la perennidad de su follaje y por la incorruptibilidad de la resina.

Los inmortales taoístas se alimentan de sus semillas, de sus agujas y de su resina. Este alimento les dispensa de cualquier otro, torna el cuerpo ligero y capaz de volar. La resina de pino, si se escurre a lo largo del tronco y penetra en el suelo, produce al cabo de mil años una especie de hongo maravilloso, el fu-ling, que proporciona la inmortalidad.

Un símbolo de idéntica naturaleza explica que en Japón se escoja el pino (matsu) y el ciprés (hinoki) para la construcción de los templos shintoistas y para la confección de los instrumentos rituales. También la misma idea: en las sociedades secretas chinas, al pino (asociado al ciprés) se lo representa a la puerta de la "Ciudad de los sauces”, o del "Círculo del cielo y de la tierra", moradas de la inmortalidad.

El pino aparece en el arte como un símbolo de potencia vital; en la vida corriente japonesa, como un signo de buen augurio; en la literatura, por un juego de palabras, evoca la espera.

En el Japón, el pino (matsu) es también el símbolo de una fuerza inconmovible, forjada a todo lo largo de una vida de difíciles combates cotidianos; símbolo también de los hombres que han sabido conservar intactos sus pensamientos, a pesar de las críticas que los rodeaban, porque el pino sale igualmente vencedor de los asaltos del viento y la tempestad. Durante la semana de las fiestas de año nuevo, los japoneses ponen a cada lado de la entrada de su casa dos pinos aproximadamente del mismo tamaño para atraer los favores de las divinidades (kami) y sus favores, hay una poesía popular sobre estos pinos gemelos (kadomatsu): "Los kadomatsu son etapas que señalan cada li (legua) en la ruta del más allá. Gozo y tristeza a la vez!"

En la iconografía occidental, la piña se representa a veces entre dos gallos que se la disputan; lo que no se puede dejar de relacionar con los dos dragones disputándose la perla: es el símbolo de la verdad manifestada. Dionisos tiene a menudo la piña en la mano, como un cetro: expresa, como la hiedra, la permanencia de la vida vegetativa. Él representa la exaltación de la potencia vital y la glorificación de la fecundidad. El pino estaba también consagrado a Cibeles, diosa de la fecundidad. El pino sería la metamorfosis de una ninfa, que el dios Pan habría amado.

El culto de Cibeles en Roma honraba al pino: "un pino era abatido y transportado al templo de Palatino por una cofradía que debía a esta función su nombre dendroforos (porta árboles). Este pino envuelto como un cadáver, con cintillas de lana y enguirnaldado de violetas, representaba a Atis (esposo de Cibeles) muerto: éste no era primitivamente más que el espíritu de las plantas y un muy antiguo rito de los campesinos frigios en los honores rendidos a este árbol de marzo. El pino simboliza el cuerpo del dios muerto y resucitado. Con el renuevo de la naturaleza Atis despertaba de su largo sueño de muerte, imagen de los cultos de Cibeles de la alternancia de las estaciones...

De aquí la tradición del abeto o pino engalanado de las fiestas navideñas que tiene raíces ancestrales.


MADERA

La madera es por excelencia la materia, es en India un símbolo de la substancia universal, de la materia prima. En Grecia, la palabra hyle, que tiene el mismo sentido de materia prima, designa literalmente la madera.

La madera es también en China uno de los cinco elementos; corresponde al este y a la primavera, así como al trigrama ch'en: la conmoción de la manifestación y de la naturaleza.

En las tradiciones nórdicas, en todas sus formas y todos sus aspectos, la madera o el árbol participa en la ciencia. Existe una homonimia completa del nombre de la ciencia y el nombre de la madera en todas las lenguas célticas (vidu que en irlandés da fid; en galés  gwydd; en bretón gwed, árbol y goued, radical de gouzout, saber).

En las tradiciones célticas, el símbolo del árbol se condensa en tres temas esenciales: ciencia, fuerza y vida. El tema de base es uid, homónimo del nombre de la ciencia. Uno de los importantes juegos de palabras de la Antigüedad es el de Plinio con el nombre griego del roble drus y el nombre de los druidas (dru-uides). El árbol es símbolo de ciencia y sobre madera han sido grabados los textos célticos antiguos.


NUEVE(27=3x9 27=7+2=9)
 
En los escritos homéricos el número nueve tiene un valor ritual. Deméter recorre el mundo durante nueve días en busca de su hija Perséfone; Leto sufre durante nueve días y nueve noches los dolores de parto; las nueve musas han nacido de Zeus en nueve noches de amor. Nueve meses son la gestación, nueve es la medida para las búsquedas fructuosas, el nueve simboliza el coronamiento de los esfuerzos y el término de una creación.
Los ángeles, según el pseudo Dionisio Areopagita, están jerarquizados en nueve coros, o tres tríadas: la perfección de la perfección, el orden en el orden, la unidad en la unidad.
Cada mundo está simbolizado por un triángulo, una cifra ternaria: el cielo, la tierra, los infiernos. Nueve es la totalidad de los tres mundos.
Nueve es uno de los números de las esferas celestes. Simétricamente, también es el de los círculos infernales. Ésta es la razón de los nueve nudos del bambú taoísta, de las nueve muescas del abedul axial siberiano. Es también la razón de los nueve grados del trono imperial chino y las nueve puertas que lo separan del mundo exterior, pues el microcosmos es la imagen del cielo. A los nueve cielos se oponen las nueve fuentes, que son la morada de los muertos. Los ciclos budistas son igualmente nueve, pero, según Huai-nan tse, el cielo chino tiene 9 alturas y 9999 esquinas. El número 9 es básico en la mayor parte de las ceremonias taoístas del tiempo de los Han. Nueve es el número de la plenitud, nueve es el número del yang. Por ello los calderos de Yu son nueve y el cinabrio alquímico solo es potable a la novena transmutación.
Según el esoterismo islámico, descender nueve escalones sin caerse significa haber dominado los nueve sentidos. Es el número que corresponde a las nueve aberturas del hombre y simboliza para éste las vías de comunicación con el mundo.
Según René Allendy, el número nueve aparece como el número completo del análisis total. Es el símbolo de la multiplicidad que retorna a la unidad y, por extensión, el de la solidaridad cósmica y la redención. Los egipcios llamaban al número nueve la montaña del sol”: “la gran novena está hecha de la evolución en los tres mundos, divino, natural e intelectual, del arquetipo trinitario Osiris-Isis-Horus que representa la esencia, la substancia y la vida”. Para los platónicos de Alejandría, la Trinidad, divina primordial, se subdivide también en tres, formando los nueve principios. Voluntariamente, añade Allendy, la arquitectura cristiana procura expresar el número nueve, así al santuario de Paray-le-Monial está iluminado por nueve ventanas.
En las enseñanzas de la más antigua secta de India, Vaïseshika, se encuentran nueve principios universales. La iniciación órfica admite tres ternas de principios, el primero comprende a la Noche, el Cielo y el Tiempo; el segundo, el Éter, la Luz y los Astros; el tercero, el Sol, la Luna y la Naturaleza; estos principios constituyen los nueve aspectos simbólicos del universo. Siendo tres el número novador, su cuadrado representa la universalidad.
Por ser el nueve el último de la serie de las cifras, anuncia a la vez un fin y un comienzo, es decir, una transposición a un nuevo plano. Último número del universo manifestado, abre la fase de las transmutaciones.
Textos extraídos del Diccionario de los Símbolos de los autores Jean Chevalier y Alain Gheerbrant

lunes, 14 de noviembre de 2011

Papel


collage 010
20 x 20 cm
papel  algodón / madera


collage 011
20 x 20 cm
papel  hilo/ papel lana / madera


collage 012
20 x 20 cm
papel algodón / madera


collage 014
20 x 20 cm
tinta china / papel  hilo / madera

Collages



Collage 001
50 x 35 cm
pvc / papel de seda



Collage 002
50 x 35 cm
organza / papel de seda


Collage 003
50 x 35 cm
caucho / pvc /papel de seda

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Minimalismo

Alguien me dijo una vez que el minimalismo no es únicamente una corriente artística, uno de tantos -ismos-, sino que es una filosofía, la del eclecticismo. Es una manera de hacer, de pensar, de actuar, una postura ante la vida y lo que nos rodea, es un comportamiento.
Es transmitir el máximo a través de lo mínimo, es reducir el todo a la mínima expresión.
Así como hay -ismos- muy concretos y definidos, hay otros tan amplios, en los que cabe y vale todo, debido a su ambigüedad.
Quizá el minimalismo sea una de las corrientes más concreta y más racional, la más despojada de todo lo superfluo. Yo diría que es, incluso, la más mística, la más solitaria y la más hermética.
Texto que escribí para la exposición "Artistes per un nou segle" en la Galería CANALS. Junio 1995

Charo Gálvez 
  


Mi pintura

Mi pintura nace de una necesidad de expresión, de comunicación, es un instinto, un refugio, una salida por donde pueden huir los sentimientos más íntimos, los más profundos, los más sinceros, los más buenos y puede que los más horrendos.
Mi pintura es, a veces, un grito... un grito mudo, ahogado, insonorizado, es un grito visual.  Otras veces es angustia y llanto y, otras, una sonrisa. Como quiera que sea, siempre nace de un sentimiento de lo más enraizado, soy yo y lo que me rodea plasmado en un soporte, ya sea papel, madera, tela o metal, mediante las técnicas que pueda tener al alcance en aquel momento... es trabajar los materiales hasta que la obra y yo somos una misma cosa, hasta que llego a sentirme identificada con lo que estoy haciendo.
Mi pintura es el reflejo de la soledad del individuo, es la incomprensión, es la indecisión, es la dualidad, la incertidumbre, la esperanza, la impotencia del ser humano ante sí mismo y ante el universo... es el todo... y es la nada.




Escrito que acompañaba mi primera exposición individual en la Sala de Arte Municipal CAN MASALLERA en marzo de 1988.

Charo Gálvez
 

martes, 8 de noviembre de 2011

Sin título


técnica: óleo//papel algodón
medidas: 50 cm x 70 cm
autora: Charo Gálvez


técnica: óleo//papel algodón
medidas: 50 cm x 70 cm
autora: Charo Gálvez


técnica: óleo//papel algodón
medidas: 50 cm x 70 cm
autora: Charo Gálvez


técnica: óleo//papel algodón
medidas: 50 cm x 70 cm
autora: Charo Gálvez

Sin título


técnica: óleo/madera//bastidor hierro
medidas: 200 cm x 100 cm
autora: Charo Gálvez

Sin título


técnica: óleo/pizarra/tela/bastidor
medidas: 110 cm x 100 cm
autora: Charo Gálvez

Sin título


técnica: óleo/papel/madera/bastidor
medidas: 126 cm x 108 cm
autora: Charo Gálvez

Sin título


técnica: óleo/yeso/tela/bastidor/reja
medidas: 115 cm x 110 cm
autora: Charo Gálvez

lunes, 7 de noviembre de 2011

Postpack without destination

En la tradición del Islam, el telar simboliza la estructura y el movimiento del universo. En el Africa del Norte, en las más humildes chozas de los macizos montañosos, el ama de casa posee un telar: dos enjulios de madera soportados por dos montantes; un marco simple… el enjulio de arriba lleva el nombre de ‘enjulio del cielo’ y el de abajo representa la tierra. Estos cuatro maderos simbolizan ya todo el universo.
La tejeduría es un trabajo de creación, un alumbramiento. Cuando el tejido está terminado, la tejedora corta los hilos que lo sujetan al telar y, al hacerlo, pronuncia la fórmula de bendición que dice la comadrona al cortar el cordón umbilical del recién nacido. 

Diccionario de los Símbolos

Jean Chevalier-Alain Gheerbrant
‘POSTPACK WITHOUT DESTINATION’

Charo Gálvez Barcelona, 2004-03-06

Desde que tengo uso de razón siempre he mantenido una muy estrecha relación con lo que son los tejidos… aprendí a coser y tejer casi antes que a escribir… y durante muchos años me he dedicado a la creación y diseño de uno de los tejidos más complejos y elaborados… el encaje, donde todos los hilos deben estar perfectamente encajados para construir el tejido, no puede quedar ningún hilo suelto ni mal atado.
La obra que muestro en este momento está llena de simbolismos que permiten diferentes lecturas, puesto que ha sido realizada en un período de crísis y muchos cambios… una de ellas la hizo una amiga pintora. Ella traducía mi acto de coser el bastidor entelado con hilo negro y aguja en un acto de curación, un querer cicatrizar mis heridas (las heridas del alma) cosiéndolas como el cirujano que cierra una herida con puntos de sutura (también hilos negros). Tenía razón puesto que el lugar donde fué realizada esta obra era un lugar que me servía de refugio del mundo exterior para explorar y adentrarme en mi mundo interior.
Recuerdo los paquetes que se enviaban por correo antaño, los objetos a enviar se solían envolver en trapos viejos (generalmente sábanas ya viejas que se rasgaban para convertir en trapos) seguidamente se cosía el paquete y escribías la dirección en un cartón fino que también iba cosido al paquete.
He intentado extrapolar este acto a un lenguaje plástico en el que el paquete postal no tiene un destinatario porque al envolver todo el bastidor con el tejido y coserlo es un acto simbólico… el bastidor cuadrado representa el (mi) mundo, el (mi) universo creado, que intentas protejer cuando todo tu mundo se viene abajo. Al envolverlo con unos tejidos translúcidos no pretendes aislarte y encerrarte en tu mundo, sino más bien preservar tu mundo de posibles agresiones, es como un filtro, para que entre quien pueda ‘ver’ y ser ‘visto’ a través del mismo.
Son tejidos técnicos en crudo que no han pasado un proceso de manipulación y acabado… tienen algo de impolutos y virginales.
El volúmen está compuesto por cajas que contienen todos mis enseres, herramientas y materiales que he utilizado a lo largo de todos estos años de trayectoria plástica y que me han acompañado de casa en casa, errante, hasta este lugar en que hoy lo muestro… han estado prácticamente dos años empaquetados sin destino.

Charo Gálvez